Casi con toda seguridad los Men in Black del FMI, del BM y del BCE están haciendo sus maletas para desembarcar en Madrid. Eso significa intervención y control de la economía por una potencia extranjera (Alemania).
No sabemos (ni imaginamos) las consecuencias si tal cosa sucede, pero pinta muy mal. La intervenciones anteriores (Portugal, Irlanda, Grecia, cada uno a su manera) implicaron una subida del IVA, bajadas de sueldo, privatizaciones y recortes presupuestarios. Como en El Gatopardo, todo cambiará para que nada cambie, y la misma pandilla de camándulas que llevaron nuestro sistema de cajas de ahorros a la ruina seguirá pudriendo nuestro tejido social, político, institucional y financiero.
El previsible pacto de silencio entre el PP-PSOE sobre el asunto Bankia, la quintaesencia de la corrupción española, presagia la hoja de ruta de los próximos años: antes de que la casta pierda uno sólo de sus privilegios España será convertida en un desierto, será sacrificado hasta el último ciudadano y le será confiscado hasta el último euro de sus ahorros y nóminas. Ese es el significado de lo que estamos viendo: todas las reformas estructurales han sido dirigidas hacia o contra la ciudadanía. Ninguna, ni una sola, se ha orientado a reestructurar el uso del poder, o a ordenar el poder financiero, o a regular el precio de la vivienda y el suelo, verdadero origen de esta pesadilla. La rendición de cuentas, ni está ni se le espera.
Los españoles no han vivido por encima de sus posibilidades. Simplemente han vivido en la opulencia en el contexto de un sistema político oligárquico y profundamente antidemocrático, paleto e ignorante. Desvanecidos los brillos de la riqueza, muchos españoles deberían ahora ser capaces de ver, ya que el lujo no les estorba el campo de visión, la profunda degeneración moral y política de la gentuza que les lleva gobernando la última década (por no decir los últimos treinta años), casi sin excepción, con el consentimiento pasivo de los gobernados.